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Política

Narcoestado en Ruinas: Cuando el Crimen Organizado Gobierna

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crimen organizado

El Estado llega a su fin cuando la autoridad se somete al pago de «derecho de piso» al crimen organizado. Tamaulipas, en México, se ha convertido en el narcoestado más escandaloso y evidente. Además de su historia como centro del tráfico de drogas, destaca por su preocupante situación de narcopolítica. Tres gobernadores han sido acusados de delitos vinculados a la delincuencia organizada, dos de ellos se encuentran en prisión y uno está en libertad. Incluso un candidato a gobernador fue asesinado por el narco. Los tres partidos políticos que han gobernado el estado también se ven envueltos en sospechas de colaboración con el crimen organizado.

En las últimas elecciones de 2022, se esperaba un cambio y una recuperación de la autoridad moral y política con la llegada de Morena al poder. Sin embargo, tan solo siete meses de gobierno de Américo Villarreal fueron suficientes para que los tamaulipecos se dieran cuenta de que el dominio del narcotráfico en el estado continuaba. El Cártel del Golfo, que había sido debilitado durante el gobierno anterior, resurgió en la actual administración.

Dos datos proporcionados por periodistas locales demuestran el incremento de la presencia del narcotráfico en el gobierno morenista de Américo. En primer lugar, se revela que el apoyo del Cártel del Golfo al gobierno actual no se limitó a las campañas electorales, sino que personas directamente relacionadas con el narcotráfico, especialmente con el Golfo, ocupan ahora cargos en todos los niveles del gobierno, desde puestos burocráticos hasta altos cargos en el gabinete del Dr. Villarreal.

El segundo dato aún más escandaloso y preocupante es que la mayoría de los municipios de Tamaulipas, incluyendo los de la frontera, la región central e incluso algunos del sur, están pagando actualmente «derecho de piso» a los cárteles del narcotráfico. Estos cárteles amenazan, secuestran a alcaldes e incluso ejercen presión política para exigir pagos mensuales que oscilan entre 2 y 3.5 millones de pesos, dependiendo del tamaño y la economía del municipio, a cambio de servicios de protección. Además, muchos alcaldes tamaulipecos han entregado partes de su administración municipal, como la policía, la seguridad, la protección civil, la recolección de basura y los servicios de licencias y espectáculos, a los narcos.

La mayoría de los alcaldes que han cedido ante la extorsión y protección del narco han sido presionados mediante secuestros, amenazas a sus familias e incluso ataques y destrucción de los edificios municipales. Estos alcaldes deciden pagar las cantidades exigidas, utilizando el presupuesto público, con el fin de salvar sus vidas y poder ejercer parcialmente el cargo para el cual fueron elegidos.

El resurgimiento del Cártel del Golfo y su influencia en la frontera de Tamaulipas y otras áreas del estado se puede documentar con declaraciones del líder de la Columna Armada Pedro J. Méndez, Octavio Leal Moncada. Antes y después de las elecciones de gobernador del año pasado, Leal Moncada expresó su apoyo a Américo Villarreal y a Morena. En enero de 2022, declaró: «Con Morena vamos a la cuarta transformación». Sin embargo, poco después, el 5 de julio, fue detenido con una orden de aprehensión del gobierno estatal por sus vínculos con el crimen organizado y pasó casi seis meses en prisión hasta que fue liberado en noviembre de 2022 por el gobierno morenista de Villarreal.

Incluso en libertad, Leal Moncada ha regresado a sus dominios en la zona centro-oriente del estado, donde sigue controlando los territorios del Cártel del Golfo. Ahora aprovecha su tiempo libre para involucrarse en actividades políticas, propaganda e incluso afiliar obligatoriamente a nuevos militantes a Morena. Incluso durante la reciente campaña para la elección extraordinaria de un nuevo senador en Tamaulipas, Leal Moncada se le vio pidiendo el voto para el actual senador de Morena, José Ramón Gómez Leal.

Recientemente, se ha difundido un video en páginas de Facebook donde el líder de las autodefensas vinculadas al Cártel del Golfo llama nuevamente a votar por Morena y sus candidatos en las elecciones de 2024. Además, invita a la gente a afiliarse al partido del presidente López Obrador. En sus palabras: «Se acercan los tiempos electorales, el próximo año se elegirán a los candidatos a presidentes municipales, diputados federales y presidente. El Partido Morena está siendo atacado de múltiples formas, al igual que nuestro Presidente de la República. Nos acusan de no resolver los problemas de los ciudadanos y de no garantizar su seguridad. No caigamos en esta gran mentira. Debemos afiliarnos a Morena, establecer comités municipales para defender nuestro trabajo, nuestra tierra y el gobierno de Morena».

Por lo tanto, con los grupos del narcotráfico operando impunemente y sometiendo a las autoridades municipales al pago de «derecho de piso», y con líderes del Cártel del Golfo respaldando al gobernador y a Morena, incluso afiliando a nuevos seguidores, Tamaulipas vuelve a ser un narcoestado. En esta situación, la autoridad del Estado se somete al crimen organizado, que no solo impone su ley de violencia, sino que ahora también cobra «impuestos» a los gobernantes locales. Cuando la autoridad, en cualquiera de los tres niveles de gobierno, se somete al narcotráfico y paga impuestos, el Estado mexicano llega a su fin.

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Política

La trampa del régimen hacia las Fuerzas Armadas de México

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Por: D. Ricardo Noguerón S.

El castrismo no conquista a las Fuerzas Armadas con balas ni con discursos: las captura con poder, dinero y culpa. El método es simple y devastador: primero empodera a los militares con tareas civiles y presupuestos extraordinarios; después tolera (o induce) la corrupción inevitable que ese poder sin contrapesos genera; finalmente expone selectivamente a mandos y redes para condicionar obediencias. Resultado: un ejército que ya no sirve a la nación, sino al gobernante que administra sus expedientes.

México observa hoy un espejo incómodo. La entrega de puertos, aduanas, aeropuertos, obras y empresas públicas a mandos castrenses elevó su influencia a niveles inéditos. Y la exhibición pública de fallas y escándalos en la Marina abre la puerta a la lectura estructural: ¿estamos ante una “limpieza” sincera o ante la fase dos de la trampa—la del chantaje institucional?

Este artículo compara el caso venezolano (modelo ya consolidado) con el proceso mexicano (en curso) para responder una pregunta central: ¿puede México evitar que sus Fuerzas Armadas crucen el punto de no retorno y se conviertan en guardia pretoriana del poder político? La advertencia no es retórica: cuando el mando civil usa la corrupción tolerada como correa, la disciplina militar deja de ser virtud pública y se vuelve seguro de impunidad.

El método castrista de control militar

a. La fórmula en tres pasos

  1. Empoderar
    • Se transfieren funciones civiles estratégicas: puertos, aduanas, logística de combustibles, obras, banca de desarrollo, turismo, minería.
    • Con esos encargos llegan presupuestos opacos, contratos sin competencia real y capacidad regulatoria sobre sectores enteros.
  2. Corromper (o permitir que ocurra)
    • La mezcla de poder económico + discrecionalidad + ausencia de auditoría produce rentas ilícitas: sobreprecios, contrabando, empresas fachada, cobros de protección.
    • El régimen no corta esas prácticas: las documenta. Se van armando expedientes que atan a oficiales y redes logísticas.
  3. Condicionar (exposición selectiva)
    • Se “cae” a quien conviene para enviar mensaje y reordenar lealtades.
    • El resto entiende: obediencia a cambio de impunidad. La fidelidad deja de ser doctrinal y se vuelve transaccional.

b. Mecanismos operativos

  • Captura económica: creación o control de empresas militares y fideicomisos; manejo de divisas, combustibles y aduanas—las cajas del Estado.
  • Justicia administrada: uso político de fiscalías, auditorías y tribunales militares; sacrificios ejemplares para lavar la cara del sistema.
  • Propaganda de limpieza: cada exposición se vende como “combate a la corrupción”, cuando en realidad recalibra el mapa de lealtades.
  • Rotación de mandos: movimientos constantes para impedir la formación de poderes autónomos dentro de las fuerzas.
  • Premios y castigos: ascensos, agregadurías, retiros dorados vs. congelamiento de carrera o procesos penales.

c. Señales tempranas de cooptación (checklist)

  • Militares al frente de ministerios/secretarías y empresas públicas.
  • Contratos sin licitación y opacidad presupuestal creciente.
  • Control castrense de puertos/aduanas (flujo de mercancías, combustibles y efectivo).
  • Aparición de empresas puente ligadas a mandos o familiares.
  • Expedientes filtrados y escándalos dosificados en medios.
  • Auditorías selectivas: se toca a unos, se protege a otros.
  • Aumento del rol militar en programas sociales (alimentos, logística).
  • Normalización del discurso: “solo los militares pueden garantizar el orden”.

d. Por qué funciona

  • Racionalidad del oficial: el costo de romper con el régimen (cárcel, pérdida patrimonial, honor militar destruido) supera el de obedecer.
  • Colapso de contrapesos: congresos, auditorías y prensa independientes se vuelven decorado, incapaces de supervisar al nuevo conglomerado militar-empresarial.
  • Dependencia del Estado: el gobierno se habitúa a la eficiencia de facto de los uniformados para ejecutar obras y controlar crisis; esa “eficiencia” legitima más transferencias de poder.

f. Efectos finales

  • Doctrina militar erosionada: se diluye la misión constitucional; se prioriza la protección del régimen.
  • Economía paralela de mandos: redes de renta capturada operando bajo uniforme.
  • Ciclo de impunidad: cada escándalo no corrige; profundiza la dependencia y el chantaje.

Venezuela y México: el mismo libreto, en distinta etapa

El castrismo no se copia, se adapta. Su fuerza radica en disfrazarse de modelo patriótico en cada país que toca. En Venezuela lo hizo con discursos bolivarianos; en México, con el lema de la “confianza en las Fuerzas Armadas”. Pero el mecanismo de control es idéntico: poder, corrupción y exposición.
Solo cambia el acento.

Etapa 1: El poder como carnada

En Venezuela, Hugo Chávez convirtió a los militares en “guardianes del pueblo”. Les dio ministerios, empresas estatales, puertos, aeropuertos y el control de PDVSA, la joya petrolera del país. Les abrió las puertas del presupuesto, de la obra pública, de la importación de alimentos y hasta de la distribución de los programas sociales (CLAP).
Era, según él, un acto de “reivindicación histórica”. En realidad fue el primer paso para hacerlos corresponsables del poder político y del dinero fácil.

En México, la historia se repite con otros nombres.
Durante el gobierno de López Obrador, las Fuerzas Armadas pasaron de guardianes del territorio a gestores del Estado: controlan puertos, aduanas, aeropuertos, bancos, aduanas y megaproyectos. Se les asignaron obras multimillonarias y un presupuesto creciente bajo el argumento de que “ellos no roban”.
Ese exceso de poder administrativo y económico no fue confianza: fue la trampa inicial.
El régimen sembró la misma semilla que Chávez: dependencia económica y complicidad funcional.

Etapa 2: La corrupción como herramienta de control

En Venezuela, la corrupción no fue una desviación: fue el lubricante del sistema.
Generales y almirantes se enriquecieron con el contrabando de gasolina, oro, coltán y alimentos. Nació el llamado Cartel de los Soles, compuesto por altos mandos vinculados al narcotráfico y a redes internacionales de lavado.
Esa riqueza ilícita fue su cárcel invisible: cuanto más ganaban, más dependían del régimen para mantener su impunidad.

En México, la lógica es la misma, pero apenas está aflorando.
El escándalo del huachicol fiscal reveló una red de contrabando de combustibles operada desde las propias aduanas y puertos controlados por la Marina.
El esquema es idéntico al venezolano: empresas fachada, sobornos, importaciones disfrazadas, “productos aditivos” que en realidad eran gasolina o diésel.
No fue un error técnico, fue un sistema de corrupción inducido por el poder absoluto.
Y ahora que esa corrupción salió a la luz, el Estado tiene algo más que culpables: tiene rehenes.

Etapa 3: La exposición selectiva

En Venezuela, cuando algunos mandos intentaron romper con el régimen o acercarse a la oposición, Maduro los entregó al escarnio: los acusó, los encarceló o los silenció.
Cada detención fue una advertencia: nadie está limpio, todos están vigilados.
El mensaje era político, no judicial: “obedéceme o te convierto en titular”.

En México, la exhibición de la Marina cumple un propósito similar.
Los nombres de los mandos detenidos, los buques interceptados y los titulares en cadena nacional no solo buscan mostrar transparencia; también reacomodan la jerarquía interna.
Quien hoy ve caer a un vicealmirante entiende que ya no basta con el uniforme: se necesita la bendición del nuevo mando político.
El sistema no castiga la corrupción, la administra.

Etapa 4: La sumisión institucional

En Venezuela, tras años de esta dinámica, las Fuerzas Armadas dejaron de ser un poder autónomo y se transformaron en una corporación empresarial del régimen.
Administran empresas, bancos, minas y hasta cadenas hoteleras.
Ya no protegen la soberanía: protegen su negocio.
Y quien protege su negocio, obedece a quien puede destruirlo.

En México, el riesgo está frente a nosotros.
La militarización civil —la gestión de obras, empresas, bancos y aduanas por parte de los uniformados— está generando dependencia económica y vulnerabilidad política.
Si cada escándalo de corrupción se usa como moneda de control y no como acto de justicia, las Fuerzas Armadas habrán cruzado el mismo punto de no retorno que sus pares venezolanas: el de la sumisión por supervivencia.


Venezuela muestra cómo empieza la trampa; México demuestra que ya la entendió, pero aún no decide si quiere evitarla.
Y cuando un país llega a ese punto, lo que está en juego ya no es la obediencia del ejército, sino la libertad del Estado.

El propósito de la trampa: poder absoluto sin responsabilidad

La trampa castrista no busca corromper por placer, sino gobernar sin oposición.
Cada paso —empoderar, corromper, exponer— persigue un resultado estratégico: crear una institución dependiente, temerosa y funcional al poder civil, pero con apariencia de fuerza autónoma.
El verdadero objetivo no es disciplinar soldados, sino anular contrapesos.

Paso 1: Empoderar para neutralizar los límites

Cuando un régimen entrega a los militares el control de puertos, aeropuertos, aduanas, bancos o megaproyectos, no les está reconociendo capacidad: les está cargando con el peso de la gestión política.
El uniforme se convierte en una oficina pública, y con ello desaparece el límite entre la misión militar y la conveniencia partidista.

En México, esto ocurrió en cascada:

  • La SEDENA se volvió constructora y operadora de aeropuertos y trenes.
  • La Marina, administradora de aduanas y puertos.
  • Y ambas, socias logísticas de programas sociales y distribución de recursos.
    El resultado inmediato fue que las Fuerzas Armadas dejaron de rendir cuentas al Congreso y comenzaron a responder directamente al Ejecutivo.
    En ese momento, el control civil se invirtió: ya no es el civil quien supervisa al militar, sino el político quien lo usa como herramienta de Estado.

Paso 2: Corromper para asegurar la obediencia

El exceso de poder sin vigilancia corrompe; y el poder político lo sabe.
Una vez que los mandos militares administran presupuestos, contratos y permisos, el riesgo de desvíos y acuerdos opacos es inevitable.
Esa corrupción no se castiga, se documenta.
El expediente se vuelve la nueva cadena de mando: quien duda o se resiste, pierde protección y prestigio.

En México ya se observan las consecuencias:

  • Huachicol fiscal en la Marina, con mandos involucrados en redes de importación ilegal de combustibles.
  • Contratos reservados de la SEDENA para obras civiles y servicios con empresas cercanas al gobierno.
  • Fideicomisos militares intocables por ley, sin auditoría real ni transparencia pública.

Cada caso no debilita al régimen: lo fortalece.
Porque cada irregularidad confirmada equivale a un lazo de obediencia más apretado.

Paso 3: Exponer para consolidar el control

Cuando el poder necesita reafirmar su autoridad, suelta un escándalo.
No importa que sea real o manipulado; lo importante es el mensaje.
El gobierno se muestra como “limpiador” de la corrupción que él mismo permitió, y reordena las lealtades internas.
El caso de la Marina no es una purga ética, es un acto de dominio simbólico: exhibir para recordar quién manda.

La exhibición pública de un vicealmirante, los decomisos mediáticos y la narrativa de “cero impunidad” son piezas del mismo teatro:
un golpe de autoridad que no cambia la estructura, pero sí el mando invisible.

El beneficio final: control sin costo

El régimen que domina a sus Fuerzas Armadas bajo este modelo obtiene tres ventajas invaluables:

  1. Ejecutores obedientes, porque su supervivencia depende de la discreción política.
  2. Impunidad compartida, porque nadie puede denunciar sin caer consigo mismo.
  3. Legitimidad prestada, porque el uniforme da credibilidad a decisiones que el poder civil no podría justificar solo.

Esa es la esencia del castrismo:
convertir la corrupción en una forma de control y la disciplina militar en una herramienta del proyecto político.

México frente al espejo venezolano

La historia no se repite por accidente; se repite porque los poderosos confían en que la gente no la recuerda.
Venezuela fue el laboratorio perfecto del castrismo militarizado.
México, el alumno que aún cree que puede copiar el modelo sin sufrir las consecuencias.

Similitud 1: el empoderamiento como veneno dulce

Tanto Chávez como López Obrador iniciaron con el mismo discurso:

“Los militares son el pueblo uniformado. Hay que confiar en ellos.”

En ambos casos, esa confianza se tradujo en un poder civil disfrazado de orden castrense.
Chávez entregó PDVSA, las aduanas y la logística alimentaria; AMLO hizo lo mismo con trenes, aeropuertos, puertos y bancos.
El resultado es idéntico: un Estado con fachada militar, pero corazón político, donde el uniforme ya no garantiza independencia sino subordinación.

Similitud 2: la corrupción como pegamento del sistema

En Venezuela, los generales se hicieron empresarios y contrabandistas; en México, constructores y administradores de recursos.
En ambos países, el poder civil no combate la corrupción militar: la capitaliza.
La convierte en arma de chantaje.
Los mandos ya no son incorruptibles; son inocentes condicionales: obedecen porque saben que su expediente duerme en un cajón del poder político.

Similitud 3: la exposición como teatro de legitimidad

Maduro convirtió cada arresto militar en espectáculo moral; Sheinbaum parece heredar la misma escenografía.
El caso del huachicol fiscal es la versión mexicana del “Cartel de los Soles” en su fase temprana: una purga pública con olor a montaje político.
En ambos escenarios, la limpieza no depura, disciplina.
El público cree que ve justicia; el poder sabe que ejecuta control.

Diferencia 1: el tiempo político

Venezuela tardó más de una década en degradar su estructura militar hasta la sumisión total.
México, gracias a la velocidad con que se concentró el poder castrense, podría recorrer ese camino en la mitad.
La diferencia no es ideológica, sino temporal: el proceso aquí ocurre con la experiencia previa del modelo ya probado.

Diferencia 2: el margen de reversión

Aún existen en México mandos y sectores institucionales que conservan noción de autonomía, jerarquía y deber constitucional.
El riesgo es que, si no se rompe el ciclo de “empoderar–exhibir–condicionar”, ese margen desaparecerá con el relevo generacional.
El castrismo no se impone de golpe: se hereda.

Diferencia 3: la oportunidad política

El nuevo gobierno tiene la posibilidad de decidir si la exhibición de la Marina será un acto de depuración real o una continuación del teatro de control.
Ahí radica la diferencia entre una presidenta que limpia para legitimar su poder propio y una que simula para perpetuar el ajeno.

En conclusión, Venezuela es el espejo deformante donde México puede verse con unos años de adelanto.


La pregunta no es si estamos en el mismo camino, sino cuánto tiempo tardaremos en admitirlo.

Y cuando eso ocurra, quizás ya sea tarde para distinguir entre un ejército poderoso… y un ejército usado.

Legitimación o ruptura

Nada revela mejor el poder real que la manera en que un régimen trata a sus Fuerzas Armadas.
En los gobiernos castristas, los uniformes se usan como escudo cuando hay debilidad política y como sacrificio cuando hay que demostrar fuerza.
México parece haber llegado justo a ese punto: la exhibición de la Marina como símbolo de control, y la corrupción militar como moneda de legitimidad.

El juego del nuevo poder

Claudia Sheinbaum hereda un aparato militar hipertrofiado: obediente, poderoso y comprometido con la estructura obradorista que la llevó al poder.
Pero también hereda sus excesos y sus sombras.
El caso del huachicol fiscal le ofrece una oportunidad doble:

  • Desmarcarse de López Obrador mostrando que su gobierno “no protegerá a nadie”.
  • O repetir el libreto castrista, usando la exposición como mensaje de disciplina, no de justicia.

En política, la diferencia entre ambos caminos no se mide en discursos, sino en decisiones concretas: a quién se castiga, a quién se reemplaza y a quién se protege.

Si Sheinbaum decide enfrentar la corrupción y desmontar los vínculos entre el poder militar y el político, México podría ver su primer gesto de autonomía presidencial en décadas.
Pero si todo se reduce a un espectáculo mediático para reforzar la cadena de mando, el país sabrá que la trampa se cerró, y que la nueva administración no vino a limpiar el sistema, sino a perfeccionarlo.

Una advertencia y una pregunta

En Venezuela, el castrismo necesitó diez años para convertir al ejército en un holding económico y a los generales en custodios del régimen.
México lleva seis de ensayo y error, y ya muestra los mismos síntomas: poder, corrupción y miedo.
Si el nuevo gobierno no rompe el ciclo, el país estará demasiado cerca de su propio punto de no retorno.

Lo que hoy se vende como “limpieza” puede ser una operación de legitimación.
Y si esa legitimación se construye sobre los escombros de la Marina, el mensaje es claro: el régimen no cambia de manos, solo cambia de guantes.

Enlace México seguirá de cerca este proceso.
En la próxima entrega analizaremos a fondo “El caso Marina y la legitimación del poder: ¿dónde rompe Sheinbaum con AMLO?”, para entender si estamos ante una verdadera transición… o ante la versión mexicana del castrismo consolidado.

FUENTES DE INFORMACIÓN

🧩 A. Huachicol fiscal y corrupción en la Marina (México, 2025)

  • El País. (2025, 12 de septiembre). De los primos al capitán Sol: quién es quién en la red de huachicol dirigida desde la Marina. El País México.
  • El Economista. (2025, 13 de septiembre). Huachicol fiscal: sobornos, aduanas y marinos; así se destapó el caso que golpea al control naval.
  • Infobae México. (2025, 10 de septiembre). Dos marinos muertos y casi 50 detenidos: el mapa del huachicol fiscal en México.
  • Milenio. (2025, marzo). El buque Challenge Procyon y la red de contrabando de diésel disfrazado de aditivo.
  • Animal Político. (2024, octubre). La Marina y las aduanas: el poder opaco que nadie audita.

🧩 B. Militarización del Estado mexicano (AMLO–Sheinbaum)

  • El Universal. (2025, febrero). Militarización sin retorno: Sedena controla más de 40 áreas civiles.
  • Proceso. (2024, julio). Los militares de AMLO: del cuartel al negocio público.
  • Nexos. (2024, diciembre). El poder armado: los riesgos de un Estado administrado por soldados.
  • Expansión Política. (2024, agosto). Las Fuerzas Armadas en el sexenio de AMLO: de la seguridad al control económico.
  • El País. (2024, noviembre). Las obras de la Sedena: un país en manos del Ejército.
  • Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP). (2025). Presupuesto de Egresos de la Federación 2025.
  • Auditoría Superior de la Federación (ASF). (2024). Informes de fiscalización de proyectos militares.

🧩 C. Modelo castrista en Venezuela y Cuba

  • BBC Mundo. (2023, julio). Cómo los militares se convirtieron en el corazón del régimen venezolano.
  • El País. (2022, octubre). La economía paralela del ejército de Maduro.
  • Reuters. (2021, junio). Inside Venezuela’s military: loyalty through corruption.
  • The Economist. (2020, noviembre). Venezuela’s armed forces: businessmen in uniform.
  • Diálogo Américas – U.S. Southern Command. (2022, abril). El control económico de las FAR en Cuba y su exportación al modelo venezolano.

🧩 D. Informes institucionales y académicos

  • Transparencia Internacional. (2024). Índice de Percepción de la Corrupción 2024.
  • Amnistía Internacional. (2024). El papel de las Fuerzas Armadas en la represión de América Latina.
  • Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE). (2023). Militarización y control civil en México: una revisión institucional.
  • México Evalúa. (2023). El costo civil del poder militar.
  • Brookings Institution. (2023). Civil–Military Relations in Latin America’s Authoritarian Democracies.
  • Human Rights Watch. (2022). Under Military Rule: Civilian Erosion in Venezuela and Nicaragua.

🧩 E. Fuentes de datos y auditoría pública

  • Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA). (2024). Contratos y fideicomisos de obras públicas 2020–2024.
  • Plataforma Nacional de Transparencia (PNT). (2025). Solicitudes públicas sobre Sedena, Marina y Aduanas.
  • Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). (2024). Gasto militar y control económico de las fuerzas armadas en América Latina.
  • Auditoría Superior de la Federación (ASF). (2023–2024). Auditorías sobre obras del Ejército: AIFA, Tren Maya y Banco del Bienestar.

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Política

Cuando el patio trasero se rebela: la disputa global por México

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Del castrismo como fachada ideológica a la presión militar de Estados Unidos, pasando por el avance económico de China y los guiños de Rusia: México se ha convertido en el tablero donde se juega un jaque mate continental.

No es exageración: quien controle a México, controla el pulso de Norteamérica.

  • La frontera con EE.UU. es la más transitada del mundo: migrantes, armas, drogas, mercancías y energía fluyen todos los días.
  • Los recursos estratégicos (agua, litio, petróleo, mano de obra joven) son la materia prima de la geopolítica del siglo XXI.
  • Y está el T-MEC, que amarra a México a la órbita económica de Washington, pero al mismo tiempo lo convierte en la puerta trasera perfecta para que China y Rusia se cuelen al mercado más grande del planeta.

México no es un simple vecino incómodo: es la casilla central en el tablero de ajedrez. Si se mueve hacia un bloque alternativo, el golpe a Estados Unidos sería brutal, no solo en seguridad nacional, también en economía y prestigio global.

El castrismo como método de control

El castrismo no es solo una ideología tropical, es una tecnología política. Fidel Castro entendió que un régimen podía sostenerse décadas no por su eficiencia económica, sino por su capacidad para controlar la mente y la dependencia del pueblo.

En México, esa lógica se ve reflejada en varias capas:

  • Los programas sociales masivos. Lo que en Cuba fue la libreta de racionamiento, en México son las tarjetas de bienestar. El mecanismo es idéntico: crear un vínculo de supervivencia entre el ciudadano y el Estado. No se trata de erradicar la pobreza, sino de administrarla políticamente.
  • El culto al líder. En Cuba, Fidel fue “el Comandante eterno”; en Venezuela, Chávez “el eterno presente”. En México, el liderazgo presidencial se eleva al nivel de mito fundacional, con un relato de pueblo contra élite, donde toda crítica se interpreta como ataque al proyecto histórico.
  • La retórica antiimperialista. El castrismo siempre se sostuvo con el discurso del enemigo externo: el bloqueo, el imperialismo, la agresión extranjera. En México, cada roce con Washington se utiliza para reforzar la narrativa de independencia, aunque paradójicamente se mantenga una dependencia estructural con EE.UU. en comercio, remesas y seguridad.

Este modelo tiene un fin práctico: subordinar al ciudadano al Estado y neutralizar a la oposición. En Cuba, se usó para justificar la represión y el partido único. En México, se traduce en un aparato político que asfixia a la oposición con clientelismo, descalificaciones y reformas hechas a la medida.

En resumen: el castrismo no se exporta como ideología, sino como método probado de control social y político. Su fortaleza es simbólica y estructural: administrar la escasez, fabricar consenso y sostenerse a pesar del fracaso económico.

Un castrismo al servicio de Rusia y China

El castrismo siempre fue menos “soberanía” y más instrumento de poder global. Nunca actuó solo: primero obedeció a Moscú, hoy sirve como fachada útil para Moscú y Pekín.

De satélite soviético a punta de lanza en América Latina

  • Durante la Guerra Fría, Cuba no fue una isla rebelde aislada, sino el portaviones ideológico de la URSS en el hemisferio occidental.
  • Fidel Castro recibía miles de millones de dólares anuales en subsidios soviéticos. A cambio, enviaba médicos, militares y espías por todo el continente.
  • Su papel fue claro: exportar la revolución con bandera caribeña, mientras Moscú permanecía detrás, evitando el choque directo con EE.UU.
  • El castrismo fue útil porque ponía el rostro “latino” a una estrategia geopolítica soviética.

La transición a China

  • Tras la caída de la URSS, Cuba quedó en ruinas. El “período especial” mostró que la isla no podía sostenerse sin un patrocinador.
  • Ahí entró China: créditos, infraestructura, telecomunicaciones, biotecnología y, sobre todo, tecnología de vigilancia.
  • Cuba se convirtió en un laboratorio para Pekín: probaron sistemas de control digital, mecanismos de censura en internet y vigilancia ciudadana que hoy son marca registrada del modelo chino.

El castrismo como fachada actual

  • En el siglo XXI, Cuba ya no exporta revolución por sí misma: exporta el método de control social, con asesores, médicos, operadores políticos y propaganda.
  • Venezuela, Nicaragua y Bolivia fueron los primeros laboratorios. Ahí el castrismo aportó manuales de represión, técnicas de espionaje, formación de cuadros y asesoría en manipulación electoral.
  • Hoy, el castrismo funciona como disfraz ideológico que cubre el verdadero interés de Rusia y China: penetrar América Latina con inversiones, acuerdos militares y presencia política.

¿Y México?

  • En México, el castrismo aparece no como un régimen directo, sino como narrativa legitimadora: el discurso de soberanía, pueblo contra élite, antiimperialismo y justicia social.
  • Esa narrativa sirve de puente simbólico para que capitales chinos entren vía nearshoring y para que Rusia tenga presencia política en desfiles y foros.
  • El castrismo no es la fuerza dominante, sino el guion ideológico que maquilla la influencia rusa y china.
  • Si se consolida, México sería la joya de la corona castrista, no porque Cuba mande aquí, sino porque el castrismo ofrecería la bandera moral que justifica un realineamiento geopolítico hacia el eje euroasiático.

El castrismo es el uniforme ideológico que permite a Rusia y China avanzar en México sin parecer que llegan como imperios coloniales. El castrismo pone el rostro de “revolución del pueblo”; Moscú y Pekín ponen la chequera, la tecnología y la estrategia.

Rusia: el músculo simbólico y militar

La presencia de Rusia en México no se mide en inversiones o comercio —donde su papel es marginal—, sino en símbolos y gestos militares que pesan mucho más de lo que parecen. Moscú no necesita dominar la economía mexicana, le basta con aparecer en los lugares correctos para recordarle a Washington que su patio trasero ya no es exclusivo.

Gestos cargados de mensaje

  • En septiembre de 2023, un contingente militar ruso marchó en el desfile del Día de la Independencia en la Ciudad de México. No fue un detalle folclórico: en plena invasión de Ucrania, con Rusia aislada en foros internacionales, el hecho de que sus soldados desfilaran en Paseo de la Reforma fue un desafío directo a Washington.
  • Ese tipo de gestos diplomáticos son la forma rusa de decir: “si Estados Unidos puede rodear nuestras fronteras con bases de la OTAN, nosotros también podemos estar en su frontera sur, aunque sea con banderas y uniformes”.

El poder de lo simbólico

Rusia no tiene fábricas de autos ni maquilas en México. Su verdadera arma es el prestigio militar y la narrativa antiimperialista. El castrismo le sirve como guion, pero Moscú pone el músculo simbólico: imágenes de soldados marchando, declaraciones de amistad, acuerdos culturales. Poca sustancia económica, pero un eco mediático enorme.

La carta del armamento y la seguridad

  • Otro punto clave es la oferta de cooperación militar. Rusia es proveedor histórico de armas para América Latina (Venezuela, Nicaragua, Bolivia), y aunque en México no hay contratos abiertos, la sospecha de acercamientos en materia de inteligencia y tecnología alimenta la tensión.
  • El simple coqueteo ruso con México basta para incomodar a Estados Unidos, porque su seguridad nacional se basa en mantener la frontera sur “limpia” de influencia de potencias rivales.

La sombra de la Guerra Fría

Cada vez que Rusia aparece en un acto oficial en México, se revive el fantasma de la Guerra Fría: el recuerdo de Cuba como trampolín soviético en el Caribe. Para Washington, ver banderas rusas en el Zócalo no es un gesto inocuo, es la confirmación de que Moscú busca erosionar la hegemonía estadounidense en su propio vecindario.


La fuerza de Rusia en México no está en los pesos o los dólares, sino en la pólvora simbólica. Con un desfile, un acuerdo cultural o un guiño militar, logra lo que China aún no consigue: mandar un mensaje de desafío geopolítico directo a la Casa Blanca.

China: la amenaza económica silenciosa

China es el actor más decisivo en México por vías económicas y tecnológicas, no militares. Su estrategia combina nearshoring (fabricar en México para el mercado de EE. UU.), autos eléctricos, y infraestructura digital (5G/cloud). Eso le da palanca real sobre cadenas de valor norteamericanas.

Nearshoring “con pasaporte T-MEC”

  • Desde 2020, decenas de firmas chinas han abierto plantas o se han instalado en parques industriales “chinos” (como Hofusan, en Nuevo León), ocupando gran parte del inventario y anunciando expansiones; el objetivo: producir en México para entrar a EE. UU. con reglas del T-MEC.
  • Washington ve esto como circunvención arancelaria: empresas chinas que “re-etiquetan” producción desde México. La respuesta ha sido preparar nuevos aranceles / controles antes de la revisión del T-MEC de 2026.
  • Bajo esa presión, el gobierno mexicano empezó a alinear aranceles y filtros (subir tarifas a importaciones desde países sin TLC, como China). Es un giro que busca proteger industria local y reducir tensiones de cara a la revisión del T-MEC.

Autos eléctricos: el caso BYD como termómetro

  • BYD proyectó seleccionar sitio para una planta en México y ambicionó escalar ventas locales a 100 000 EV en 2025; pero en 2025 congeló el plan de fábrica por la incertidumbre arancelaria y el riesgo de que EE. UU. cierre la puerta a vehículos con “ADN chino” aunque se ensamblen en México.
  • En paralelo, México —bajo presión de EE. UU.— frenó incentivos a armadoras chinas de EV para evitar que usen a México como plataforma de acceso a Norteamérica. Es una señal de contención que pesa en la decisión de inversión de los OEM chinos.

Telecom y datos: la capa estratégica (5G / nube)

  • Telcel (América Móvil) lanzó 5G en 2022 con proveedores mixtos: Ericsson al norte y Huawei al sur; a 2024 el despliegue abarcaba >100 ciudades. La presencia de Huawei en la infraestructura crítica eleva el costo de un desacoplamiento tecnológico con EE. UU.
  • Think tanks de seguridad económica en Washington advierten que la huella de Huawei (5G / cloud) en México incrementa el riesgo geopolítico justo cuando Norteamérica intenta consolidar su autonomía tecnológica de cara a 2026.

¿Por qué esto inquieta a EE. UU.?

  • Porque integra a China en nodos sensibles de la economía norteamericana (autos, electrónica, telco) sin necesidad de bases militares. Y porque la revisión del T-MEC en 2026 puede convertirse en palanca para restringir ese avance (reglas de origen más duras, aranceles espejo, escrutinio de inversiones). ReutersBrookings
  • Señal reciente: México evalúa/eleva aranceles a importaciones chinas (autos, textiles, plásticos), alineándose con la línea dura de Washington para blindar la revisión. Reuters+1

Qué monitorear (alertas prácticas)

  1. Aranceles mexicanos a China (vehículos/partes, acero, textiles) y si se convierten en política permanente.
  2. Decisión final de BYD (o de otros OEM chinos) sobre fábrica en México y sus condiciones (contenido regional, baterías).
  3. Lineamientos 5G / cloud en México: ¿se limita Huawei en redes cerca de la frontera? ¿códigos de seguridad compartidos con EE. UU./Canadá?
  4. Mensajes de Washington sobre “anti-circunvención” y condicionalidades en la revisión del T-MEC (contenido regional, reglas para EV y baterías).

China avanza por economía y tecnología; si consolida manufactura (EV/partes), industrial parks y capa digital (5G/cloud), cambia el centro de gravedad de la integración norteamericana sin disparar un tiro. Esa es la amenaza silenciosa.

Estados Unidos endurece el control

Si algo distingue a Washington es que cuando percibe una amenaza en su “patio trasero”, responde rápido y con fuerza. En el caso de México, la estrategia ya no es solo diplomática o comercial: la seguridad nacional se ha convertido en el eje de la relación bilateral.

La presión militar encubierta

  • El Comando Norte y la DEA operan en coordinación constante con fuerzas mexicanas, aunque el gobierno de la 4T lo niegue en público.
  • En los últimos años, han aumentado las operaciones conjuntas discretas, con asesoría en drones, inteligencia y vigilancia electrónica.
  • Varios congresistas republicanos han planteado abiertamente usar al ejército estadounidense contra los cárteles en México, bajo el argumento de que son “narcoterroristas”. Aunque no se ha aprobado un AUMF (Authorization for Use of Military Force), la sola discusión muestra cómo el tema dejó de ser bilateral para convertirse en un asunto de seguridad nacional estadounidense.

Rumores de intervención

  • Las declaraciones sobre una posible intervención militar en México no son mera retórica electoral: forman parte de una narrativa que prepara el terreno para justificar acciones unilaterales si Washington percibe que México se acerca demasiado a Rusia o China, o si la crisis del fentanilo escala aún más.
  • En la práctica, es poco probable una invasión abierta como en Irak o Afganistán. Lo que sí está en la mesa es una intervención híbrida: operaciones selectivas, drones armados, grupos especiales que actúen con o sin permiso de México.

El condicionamiento económico

  • El T-MEC es la principal palanca de control. Estados Unidos sabe que el 80% de las exportaciones mexicanas dependen de su mercado.
  • Esto le permite condicionar políticas industriales y arancelarias: por ejemplo, el freno a la expansión de armadoras chinas de autos eléctricos en México responde directamente a presiones de Washington.
  • Además, EE.UU. está alineando con Canadá una agenda de seguridad energética y tecnológica, que empuja a México a elegir bando en telecomunicaciones, energía limpia y cadenas de suministro.

La narrativa mediática

  • Los medios estadounidenses ya instalan la idea de que México es un “riesgo para la seguridad nacional”. Esa narrativa se usa para justificar mayor militarización en la frontera, sanciones a funcionarios y hasta posibles sanciones económicas.
  • La etiqueta de “Estado fallido” ha comenzado a aparecer en análisis think tank de Washington, lo que podría abrir la puerta a intervenciones más agresivas bajo la justificación de “proteger a la región”.

Estados Unidos ya endureció el control sobre México. Lo hace por tres vías:

  1. Militar (operaciones encubiertas y presión del Congreso).
  2. Económica (condicionando el T-MEC y frenando capital chino).
  3. Narrativa (preparando la opinión pública para aceptar medidas más duras).

La pregunta ya no es si Washington actuará, sino qué tan lejos está dispuesto a llegar para evitar que México se incline hacia Rusia y China.

Escenarios prospectivos de la disputa

La disputa por México no es una especulación: ya está en marcha. Lo que sigue dependerá de cómo se muevan las piezas en los próximos meses y años. Tres escenarios concentran las posibilidades más realistas:

Escenario 1: Contención con fricción (el más probable)

  • Probabilidad: alta (50–60%).
  • Qué ocurre: México sigue jugando a la ambigüedad: con EE.UU. mantiene el T-MEC, coordinación en seguridad y comercio, pero al mismo tiempo da guiños ideológicos a Cuba y abre espacio económico a China.
  • Ejemplo actual: aranceles de México a productos chinos para calmar a Washington, mientras empresas chinas siguen invirtiendo en parques industriales.
  • Resultado: fricciones constantes, amenazas de sanciones, y un ambiente de desconfianza. No hay ruptura, pero sí un control férreo de EE.UU. que limita el margen de maniobra mexicano.

Escenario 2: Intervención híbrida focalizada

  • Probabilidad: media (25–35%).
  • Qué ocurre: el Congreso de EE.UU. aprueba mecanismos legales para considerar a los cárteles como “narcoterroristas”, lo que habilita acciones militares limitadas en territorio mexicano.
  • Cómo se vería: drones armados cruzando la frontera, operaciones especiales en zonas críticas, ataques cibernéticos a redes criminales. Todo presentado como “protección a la seguridad nacional estadounidense”.
  • Pretexto: la crisis del fentanilo o un hecho violento de alto impacto en EE.UU. atribuido a cárteles mexicanos.
  • Resultado: México protesta, pero Washington justifica la acción como defensa propia. Sería el inicio de una militarización abierta de la relación.

Escenario 3: Realineamiento castrista-eurasiático

  • Probabilidad: baja (10–15%), pero disruptiva.
  • Qué ocurre: México gira más claramente hacia Rusia y China, respaldado en la narrativa castrista de soberanía y justicia social.
  • Claves:
    • Una armadora china (como BYD) abre mega planta en México con acceso privilegiado al mercado norteamericano.
    • Huawei o ZTE consolidan infraestructura crítica en telecomunicaciones.
    • Rusia gana presencia simbólica o militar permanente (ej. acuerdos de defensa o energía).
  • Resultado: EE.UU. reacciona con sanciones económicas, revisión del T-MEC y un endurecimiento total de la frontera. El costo económico sería enorme, pero para Rusia y China sería un jaque geopolítico histórico: arrebatarle a Washington el control de su frontera inmediata.

El futuro de México se decidirá en esta triple encrucijada:

  1. Ambigüedad controlada,
  2. Intervención híbrida,
  3. Realineamiento castrista-eurasiático.

Cada movimiento en comercio, seguridad o diplomacia moverá el péndulo entre estos escenarios. Para Estados Unidos, perder a México no es una opción; para Rusia y China, ganarlo sería un triunfo geopolítico de proporciones globales.

¿Un jaque mate para Washington?

La disputa por México no es un debate académico ni un rumor de café: es el epicentro de la lucha geopolítica del siglo XXI en el continente.

  • Para Estados Unidos, perder a México sería impensable. Significaría que su frontera inmediata se convierte en plataforma de potencias rivales. No solo se trata de seguridad: el 80% del comercio exterior mexicano fluye hacia el norte, y millones de empleos en ambos países dependen de esa integración. México es, literalmente, el eslabón vital de la economía norteamericana.
  • Para China, México es la puerta de entrada disfrazada al mercado estadounidense. Instalar fábricas aquí equivale a saltarse muros arancelarios y aprovechar el T-MEC como caballo de Troya. Su apuesta es silenciosa: producir, invertir, penetrar cadenas de valor.
  • Para Rusia, la apuesta es más simbólica pero igual de peligrosa: aparecer en el desfile del 16 de septiembre, tejer acuerdos militares discretos, y recordarle a Washington que su hegemonía regional ya no es incuestionable.
  • Y para el castrismo, México es la joya de la corona. No porque La Habana vaya a mandar, sino porque su método de control social sirve de envoltura ideológica para justificar lo que Rusia y China realmente buscan: debilitar a EE.UU. en su propio vecindario.

La pregunta final no es si hay disputa —porque ya existe—, sino qué tan lejos llegará cada jugador.

  • Si México mantiene la ambigüedad, el tablero seguirá en equilibrio tenso.
  • Si EE.UU. cruza a la intervención híbrida, el país vivirá una militarización inédita.
  • Y si China y Rusia consolidan su huella con narrativa castrista de fondo, Washington enfrentará el peor escenario posible: un jaque mate geopolítico en su frontera sur.

México ya no es patio trasero: es la pieza que puede definir la partida.

Fuentes consultadas

  1. AP News – Desfile militar en México incluye a soldados rusos en medio de la guerra en Ucrania (16 de septiembre de 2023).
  2. Reforma – Sugiere American Society a México evitar a Rusia y China.
  3. Carnegie Endowment – Mexico in the Emerging World Order.
  4. Wikipedia – Relaciones México–Rusia; Relaciones México–Ucrania.
  5. BBC Mundo – China aprovecha el nearshoring en México para entrar al mercado de EE.UU..
  6. El País – México aplica aranceles a importaciones chinas para evitar fricciones con EE.UU..
  7. Reuters – BYD congela decisión sobre planta en México por tensiones arancelarias.
  8. El Economista – Parques industriales chinos en México: la otra cara del nearshoring.
  9. Telcel – América Móvil anuncia despliegue de red 5G en México.
  10. CSIS – Huawei in Latin America: Strategic Risks for the U.S. (2024).
  11. Congreso de EE.UU. – Bill to designate Mexican cartels as foreign terrorist organizations.
  12. Brookings Institution – U.S.-Mexico relations under pressure: security and fentanyl crisis (2024).

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Política

Las 6 fases del castrismo… ¿En qué fase está México?

Publicado

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Por: D. Ricardo Noguerón S.

El castrismo no llega como un golpe repentino ni como una revolución improvisada: se instala poco a poco, en fases calculadas que repiten un patrón ya probado en América Latina. Lo vimos en Cuba, donde la ilusión de justicia social derivó en un régimen de control absoluto; en Venezuela, donde la promesa de una “revolución bolivariana” terminó en racionamiento y persecución; y en Nicaragua, donde la democracia se convirtió en fachada de una dictadura.

México no es la excepción: los mismos síntomas aparecen, aunque disfrazados de discursos nacionales y políticas “únicas”. El peligro está en no reconocer que se trata de una receta ya conocida. La pregunta no es si ese modelo está llegando, sino en qué fase nos encontramos hoy en el camino hacia el castrismo a la mexicana.

Fase 1: La esperanza democrática

Todo régimen castrista comienza con un envoltorio atractivo: la promesa de cambio por la vía democrática. La narrativa inicial apela al hartazgo social, denuncia la corrupción de los gobiernos previos y ofrece una supuesta limpieza moral acompañada de justicia para los pobres.

En esta fase, el líder se presenta como un redentor popular, alguien que llega para rescatar al pueblo frente a las élites abusivas. El discurso es sencillo pero efectivo: “el pueblo contra los poderosos”. En Cuba, esa esperanza se encarnó en Fidel Castro; en Venezuela, en Hugo Chávez; en Nicaragua, en Daniel Ortega.

En México, esta etapa se vivió en 2018 con la victoria de López Obrador. Millones de mexicanos vieron en él una alternativa a décadas de corrupción priista y panista. Se le otorgó un mandato amplio con la expectativa de una transformación profunda, casi mesiánica.

La fase 1 es la más seductora: la gente cree que por fin alguien habla por ellos. Pero, en realidad, es el punto de partida de un proceso que nunca se detiene en las promesas iniciales.

Fase 2: Concentración institucional

Después de la esperanza inicial viene el verdadero objetivo: concentrar el poder y debilitar a los contrapesos. Esta fase no se presenta como una dictadura abierta, sino como “reformas necesarias” para que el gobierno funcione mejor o para que “el pueblo mande sin intermediarios”.

En este punto se atacan los órganos autónomos, se presiona al Poder Judicial y se somete al Congreso mediante mayorías leales. Al mismo tiempo, las fuerzas armadas adquieren un rol central: controlan proyectos, presupuestos y hasta tareas civiles que antes no les correspondían.

En Cuba, esto ocurrió con la militarización del aparato estatal. En Venezuela, con el control del Tribunal Supremo y la Asamblea Nacional Constituyente. En México, los ejemplos son claros: desaparición de organismos autónomos, reformas judiciales controvertidas y creciente protagonismo del Ejército en obras, seguridad y administración pública.

La fase 2 marca el inicio del punto de no retorno, porque el equilibrio de poderes se rompe. El gobierno se convierte en juez, parte y árbitro, creando las condiciones para avanzar a la siguiente etapa: la hegemonía cultural y mediática.

Fase 3: Hegemonía cultural y mediática

Una vez que el poder político está concentrado, el siguiente paso es controlar el discurso público y cultural. El castrismo no se conforma con mandar: busca moldear lo que la sociedad piensa, consume y aprende.

Esto comienza con el ataque sistemático a los medios críticos. Se les acusa de estar al servicio de intereses oscuros, se les retira publicidad oficial y se promueve un ambiente de hostigamiento que ahoga su independencia. Paralelamente, el Estado impulsa sus propios medios, plataformas y voceros, construyendo una narrativa única donde el líder aparece como el salvador constante.

En la cultura y la educación, se revisa la historia, se exaltan figuras ligadas al movimiento oficialista y se reescriben los planes de estudio para “formar ciudadanos comprometidos con la transformación”. La hegemonía no es solo política: es simbólica y emocional.

En Cuba, esta fase se tradujo en la total subordinación de los medios al Partido Comunista y en un sistema educativo ideologizado. En Venezuela, el chavismo persiguió y cerró canales de televisión críticos, al mismo tiempo que usaba la educación como herramienta de adoctrinamiento.

En México, ya vemos señales: estigmatización de la prensa independiente, campañas de desprestigio desde el poder, intentos de controlar el discurso educativo e histórico, y la construcción de un ecosistema mediático oficialista que repite la narrativa gubernamental.

Esta fase es crucial porque define qué se considera “verdad” y qué se considera “mentira”. Si el castrismo logra imponer su hegemonía cultural, las siguientes fases encuentran un terreno mucho más dócil para avanzar.

Fase 4: Dependencia económica del Estado

En este punto, el castrismo ya no se limita a controlar instituciones y discursos: busca que la sobrevivencia cotidiana de la gente dependa directamente del gobierno. El objetivo es claro: quien controla el pan, controla la obediencia.

La estrategia combina varios mecanismos:

  • Programas sociales masivos, que en lugar de ser temporales o de apoyo transitorio, se convierten en ingresos permanentes que sustituyen al trabajo productivo.
  • Expansión del Estado en la economía, a través de empresas públicas o militares que asumen sectores estratégicos.
  • Tiendas o mecanismos de abasto controlado, que permiten condicionar qué se compra, cuánto y a qué precio. Cuba tuvo sus bodegas de racionamiento; Venezuela implementó las CLAP; Nicaragua mantiene subsidios directos en bienes básicos.

En México, el avance de esta fase se refleja en la universalización de transferencias sociales, el protagonismo económico de las Fuerzas Armadas y el proyecto de Tiendas del Bienestar, que pueden transformarse en instrumentos de racionamiento en caso de crisis.

El discurso oficial suele envolver estas medidas en palabras como “justicia”, “solidaridad” o “apoyo al pueblo”. Pero en el fondo, lo que se construye es un sistema de dependencia estructural, donde cualquier crítica al régimen pone en riesgo la sobrevivencia material del ciudadano.

Fase 5: Criminalización de la oposición

Cuando la dependencia económica ya está instalada, el régimen pasa a blindarse: quien disienta debe ser castigado. Aquí, el castrismo convierte a la oposición en enemigo interno y legitima su persecución con un discurso moral o nacionalista.

Los métodos son diversos:

  • Justicia selectiva: se abren investigaciones judiciales contra opositores, periodistas o empresarios incómodos, mientras se protege a los aliados.
  • Narrativa de traición: cualquier crítica se presenta como un ataque al pueblo, una conspiración extranjera o un intento de “golpe blando”.
  • Escarnio público: los opositores son exhibidos como corruptos o vendidos, más allá de las pruebas reales.
  • Represión directa: detenciones arbitrarias, restricciones a manifestaciones o incluso violencia contra movimientos sociales no alineados.

En Cuba, los disidentes son rutinariamente apresados o silenciados. En Venezuela, líderes opositores han sido encarcelados, inhabilitados políticamente o forzados al exilio. En Nicaragua, Daniel Ortega incluso expulsó a 222 presos políticos del país.

En México, ya se perciben señales: uso de la UIF, SAT o FGR para investigar selectivamente a críticos, campañas oficiales para deslegitimar a la oposición, y un discurso permanente que equipara disenso con traición al pueblo.

La Fase 5 es decisiva: marca el paso del populismo al autoritarismo abierto. Una vez normalizada la persecución política, la última etapa —la consolidación del castrismo— queda al alcance de la mano.

Fase 6: Consolidación castrista

La última fase es la más peligrosa porque convierte lo que empezó como una “transformación democrática” en un régimen de control total. Aquí, el castrismo ya no tiene que simular demasiado: el poder está asegurado, la oposición debilitada y la sociedad depende del Estado para subsistir.

Los elementos centrales son:

  • Elecciones simuladas: se celebran comicios periódicos, pero la competencia real desaparece. Los rivales son inhabilitados, perseguidos o simplemente irrelevantes.
  • Economía intervenida: predominan mercados racionados, control de divisas y un Estado omnipresente en la vida económica.
  • Alianzas internacionales: el país se integra de lleno a bloques autoritarios (Foro de São Paulo, Grupo de Puebla), con respaldo de potencias como Rusia, China o Irán.
  • Narrativa única: la propaganda oficial sustituye al debate plural. El líder y su movimiento se confunden con el Estado y con “la patria misma”.

En Cuba, esta fase significó más de seis décadas de régimen absoluto. En Venezuela, un chavismo sin Chávez sigue controlando cada aspecto del país. En Nicaragua, Ortega y Murillo han convertido el poder en herencia familiar.

En México, todavía no se ha consolidado esta etapa, pero las bases están sentadas: debilitamiento de instituciones, militarización, control social vía programas, acoso a la oposición y hegemonía cultural en construcción. El paso final sería cerrar el círculo con elecciones sin alternativa real y una sociedad subordinada por completo al Estado.

La fase 6 no es el inicio del castrismo, es su culminación: el punto en que el pueblo deja de ser ciudadano y se convierte en súbdito de un sistema que ya no necesita careta democrática.

¿En qué fase está México?

Tras recorrer las seis fases, la pregunta inevitable es: ¿dónde estamos parados hoy como país?

La evidencia muestra que México se encuentra entre la Fase 2 y la Fase 3:

  • El poder ya se ha concentrado en el Ejecutivo, con un Congreso sometido y un Poder Judicial bajo ataque constante.
  • Las Fuerzas Armadas han asumido un papel central, no solo en seguridad sino también en la economía y la administración pública.
  • Al mismo tiempo, se avanza hacia una hegemonía cultural y mediática, con campañas de desprestigio contra periodistas, presión a medios críticos y una narrativa única que exalta al líder y desacredita a los opositores.

Aún no estamos en una etapa de dependencia total (Fase 4) ni en la criminalización generalizada (Fase 5), pero los primeros síntomas son visibles: programas sociales universales, proyectos de Tiendas del Bienestar, y uso selectivo de instituciones para investigar a adversarios.

El mayor riesgo es que estas prácticas se normalicen y abran la puerta a un futuro en el que la Fase 4 sea inevitable. Ese paso marcaría el punto de no retorno hacia la consolidación castrista.

La conclusión es clara: México todavía está a tiempo de frenar la ruta, pero solo si la sociedad identifica las señales y entiende que estas fases no son casualidad, sino parte de un guion ya probado en América Latina.

El castrismo no aparece de un día para otro ni llega con un solo golpe autoritario: se instala por etapas, bajo un guion que ya se ha repetido en Cuba, Venezuela y Nicaragua. Cada fase avanza disfrazada de justicia, democracia o apoyo al pueblo, pero el resultado final es siempre el mismo: un régimen de control total donde la ciudadanía pierde su libertad y queda subordinada al Estado.

México, hoy, se mueve peligrosamente entre la Fase 2 (concentración institucional) y la Fase 3 (hegemonía cultural y mediática). Si no se identifican y frenan estas señales, el paso hacia la dependencia económica absoluta y la criminalización de la oposición será inevitable. Y una vez que eso ocurra, el camino hacia la consolidación castrista quedará prácticamente sellado.

La advertencia es clara: aún estamos a tiempo. Reconocer estas fases no es alarmismo, es realismo histórico. Lo que ayer parecía lejano —la receta castrista— ya está en marcha en México. La pregunta que queda en el aire es: ¿seremos capaces de detener el avance o terminaremos sumando otro capítulo al manual del castrismo latinoamericano?

📑 Fuentes consultadas

  • Jorge Castañeda Gutman, La utopía desarmada, Joaquín Mortiz, 1993.
  • Steven Levitsky & Daniel Ziblatt, How Democracies Die, Crown, 2018.
  • Javier Corrales, “Authoritarian Survival: Why Maduro Hasn’t Fallen,” Journal of Democracy, 2019.
  • Scott Mainwaring & Aníbal Pérez-Liñán, Democracies and Dictatorships in Latin America, Cambridge University Press, 2013.
  • The Economist – “Mexico’s president is concentrating power”, edición 2021.
  • BBC Mundo – “Las críticas a las ‘Tiendas del Bienestar’ en México y la comparación con los CLAP de Venezuela”, 2023.
  • El País – “La militarización de México bajo López Obrador”, 2022.
  • Infobae – Entrevista a Jorge Castañeda: “López Obrador sí quisiera que México fuera como Cuba o Venezuela”, 2020.
  • Animal Político – Coberturas sobre organismos autónomos y concentración del poder, 2020–2024.
  • Freedom HouseFreedom in the World Reports, 2020–2024.
  • Human Rights WatchWorld Reports sobre México, Cuba y Venezuela, 2021–2024.
  • Brookings Institution – Estudios sobre populismo y autoritarismo en América Latina, varios informes.
  • Inter-American Dialogue – Reportes sobre el Foro de São Paulo y el Grupo de Puebla, 2021–2023.
  • Carlos Sánchez Berzaín, Castrochavismo: Crímenes de Lesa Humanidad y Usurpación de Estados, Interamerican Institute for Democracy, 2019.
  • Orlando Gutiérrez-Boronat, Cuba: The Doctrine of the Lie, Idea Press, 2020.
  • OEA – Informe de 2018: Crímenes de lesa humanidad en Venezuela.

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