En la actualidad, los cortes de energía son un problema cada vez más común en todo el país, no sólo en municipios alejados de las grandes urbes, sino también en ciudades principales como CDMX, Monterrey y Guadalajara. Aunque las afectaciones en el ámbito residencial pueden ser menores, la situación es muy diferente para el pequeño y mediano comercio, donde los impactos económicos pueden ser considerables.
Desde las tienditas de la esquina, que no pueden mantener sus productos refrigerados, hasta pequeños talleres o fábricas que deben parar operaciones, el impacto es significativo, especialmente si los cortes de luz duran varios días. En estos casos, los comercios pueden verse obligados a descansar a empleados y, en algunos casos, los equipos pueden dañarse, lo que aumenta aún más las pérdidas.
La Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) estimó que en 2021 se perdieron 1,500 millones de pesos como resultado de los apagones registrados en el país. En los Estados Unidos, las pérdidas por cortes de energía pueden llegar a los 150 Billones de dólares, especialmente en la industria manufacturera, donde se pueden perder hasta 6.45 millones de dólares por hora de paro.
Para evitar estos problemas, los expertos recomiendan contemplar el uso de generadores de energía, que funcionan como pequeñas centrales eléctricas y permiten a los comercios generar electricidad como sustituto o complemento de la energía de la red eléctrica. Estos generadores pueden funcionar con gasolina, diesel, gas natural o gas LP, y garantizan el suministro eléctrico, evitando daños a los equipos y aumentando la seguridad y rentabilidad de los comercios.
En resumen, los cortes de energía son un problema que afecta seriamente al pequeño y mediano comercio, pero el uso de generadores de energía puede ser una solución efectiva y rentable para evitar sus impactos económicos.
En octubre de 2024, el gobierno federal encabezado por Claudia Sheinbaum anunció con orgullo el nacimiento de Olinia, el primer auto eléctrico “mexicano” que supuestamente marcaría el inicio de una nueva era industrial, ecológica y soberana. Se presentó como un logro histórico: accesible, eficiente, seguro, ensamblado en México y creado por talento nacional. Los titulares hablaban de una “revolución automotriz”, de “movilidad para todos”, y del “despegue de una industria propia”.
Pero detrás del entusiasmo orquestado, los renders coloridos y los discursos cuidadosamente escritos, había más preguntas que respuestas. ¿Dónde está la planta? ¿Qué componentes son realmente mexicanos? ¿Cómo puede costar $90,000 pesos un vehículo eléctrico funcional cuando ni China puede producirlos a ese precio sin subsidios masivos?
Este artículo no busca señalar errores. Lo que pretende es desmontar cuidadosamente un montaje político disfrazado de innovación tecnológica, y explicar por qué Olinia, más que una revolución, representa una continuidad en la simulación nacionalista: el uso de símbolos tecnológicos para maquillar un país que sigue ensamblando narrativas y no autos.
2. El nacimiento de Olinia: marketing de Estado con ruedas
“Olinia” —palabra en náhuatl que significa “moverse”— fue presentada como una marca que simboliza el nuevo rumbo del país. La presidenta Sheinbaum declaró que México no podía quedarse atrás en la transición energética, y que su gobierno apostaría por el talento nacional para diseñar y fabricar un auto accesible, ecológico y seguro.
Tres modelos fueron anunciados:
Uno de dos pasajeros para movilidad personal.
Otro de cuatro pasajeros para “movilidad de barrio”.
Y una versión tipo van para entregas de última milla.
Participarían, según el discurso oficial, el IPN, el Tecnológico Nacional de México, y otras instituciones académicas. Se dijo que el auto se conectaría “a cualquier enchufe”, que sería “la base de una nueva industria automotriz eléctrica nacional” y que costaría entre 90,000 y 150,000 pesos.
El problema no es la ambición del proyecto, sino su inconsistencia con la realidad industrial, tecnológica y financiera de México. Lo que se anunció no fue un auto eléctrico: fue una escenografía.
3. Promesas imposibles: entre el PowerPoint y la realidad
En cualquier país del mundo, producir un auto eléctrico funcional —aunque sea de baja gama— implica años de desarrollo, pruebas, certificaciones, inversión millonaria y capacidad de escalar. Aquí, en cambio, todo fue “presentado” sin que exista:
Ningún prototipo público funcional.
Ninguna planta operativa en construcción.
Ningún dato técnico certificado.
Ninguna fuente que aclare qué parte del auto será realmente mexicana.
El gobierno habló de 25 millones de pesos de inversión inicial, una cifra que en el mundo automotriz apenas serviría para pagar un equipo de ingenieros por un año. Las baterías, que son el componente más costoso, no se producen en México. Los motores eléctricos requieren componentes de precisión que ni siquiera se fabrican localmente. Y el sistema de gestión electrónica del vehículo (el “cerebro” del auto) ni siquiera se mencionó.
Aún así, el discurso fue claro: Olinia cambiaría la historia. Lo que no se dijo es que ya hemos escuchado esto antes… y con resultados igual de vacíos.
4. El espejo retrovisor: todos los “autos eléctricos mexicanos” que fueron puro humo
Antes de Olinia, ya se había intentado construir el mito de la innovación automotriz nacional. Y todos esos intentos comparten la misma fórmula: comprar o adaptar tecnología extranjera barata, ensamblarla localmente (cuando mucho), colocarle una marca mexicana, y venderla como si fuera soberanía industrial.
Aquí los principales ejemplos:
📊 Radiografía de los proyectos eléctricos “mexicanos”
Proyecto
¿Mexicano?
Tecnología real
Estado actual
Zacua
Parcialmente
Motor y batería chinos, carrocería local
Producción marginal, nula innovación
Link EV
No
Vehículos JAC reetiquetados
Planta fantasma en Durango
SEV / JAC
No
JAC Motors (China), ensamblaje en México
Operativo, sin tecnología propia
VEMO
No
Flota BYD (china)
Funciona como operador, no fabrica
Quiroga Motors
Dudoso
Tecnología china genérica
Sin impacto industrial real
Universidades
Sí (auténtico)
Prototipos nacionales
Abandonados, sin apoyo ni inversión
Olinia
En disputa
¿Tecnología mexicana? sin evidencia
Proyecto político sin prototipo funcional
Estos antecedentes no solo revelan que México no tiene una industria automotriz eléctrica nacional real, sino que además la narrativa del auto eléctrico “mexicano” ya se ha usado antes como herramienta de propaganda política o captación de fondos.
5. Olinia como montaje simbólico: el uso político del litio y la “soberanía energética”
Desde que el litio fue declarado como recurso estratégico en el discurso de AMLO, el gobierno ha intentado construir un imaginario de soberanía energética. Olinia es la pieza que faltaba para hacer que ese discurso “se mueva”.
Pero el litio mexicano aún no se explota de forma industrial, no existen plantas de baterías, y tampoco hay cadena nacional para convertir ese litio en autos funcionales. Aun así, el símbolo importa más que la sustancia. El gobierno no necesita fabricar autos: necesita que la gente crea que los fabricará.
Así se construye la “industria del futuro” con recursos del presente: una marca, una promesa, una historia que funciona mientras nadie pregunte demasiado.
6. ¿Qué se necesita realmente para fabricar un auto eléctrico mexicano?
Aquí está la verdadera lista que ningún gobierno ha querido enfrentar:
Desarrollo nacional de baterías: inversión en minería, refinación, fabricación, seguridad y reciclaje.
Ingeniería automotriz local: no basta con ensamblar, se necesita diseñar, simular, prototipar, patentar.
Infraestructura eléctrica: estaciones de carga, normativa, red inteligente.
Fondeo a largo plazo: no de millones, sino de miles de millones.
Inversión privada con control estatal regulado: ni todo al capital extranjero ni todo al Estado.
Despolitización del símbolo: un auto no es un logro ideológico, es una máquina que debe moverse, durar y competir.
Nada de eso está en marcha hoy. Solo tenemos nombres bonitos, discursos redondos y renders relucientes.
7. Olinia no es el futuro, es un disfraz
No se trata de señalar un error político o de burlarse del deseo legítimo de un país por innovar. Se trata de reconocer cuándo se está usando la esperanza tecnológica como montaje propagandístico.
Olinia no es un vehículo. Es una narrativa. Una que se repite cada sexenio, con distintos nombres y logos, pero con la misma función: simular que se construye el futuro, cuando en realidad se está reciclando el pasado.
“Mientras Tesla fabrica, Sheinbaum simula.”
Y México sigue sin moverse, salvo en los discursos.
Revista Nexos – “La simulación del desarrollo tecnológico en México” 📌 Ensayo crítico sobre el uso político de proyectos como el Tren Maya, Dos Bocas y ahora Olinia. 🔗 https://www.nexos.com.mx/?p=72125
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