México es uno de los países con mayor fatiga por estrés laboral, según el Instituto Mexicano del Seguro Social. Antes de la pandemia, al menos el 75% de los trabajadores mexicanos sufría de fatiga por estrés laboral, superando a China (73%) y Estados Unidos (59%). Las encuestas de 2023 muestran que una gran parte de los empleados en todo el mundo se sienten más agotados que nunca, debido a la incertidumbre económica y el miedo a los recortes de empleo, lo que se suma al malestar en el lugar de trabajo. La falta de equidad de género, bajos salarios, falta de pago y prestaciones, necesidad de tener varios empleos y trabajar en algo que no les gusta, así como el abuso y acoso laboral también contribuyen al estrés laboral.
El síndrome de burnout, o desgaste ocupacional, es una enfermedad psicosocial que se caracteriza por el cansancio emocional, la despersonalización y el abandono de la realización personal. Patricia Lozano Luviano, consultora en desarrollo humano, explicó que la cultura organizacional disfuncional que normaliza jornadas exhaustivas y no respeta los horarios de descanso y los espacios personales genera estrés y una carga emocional que puede provocar enfermedades físicas y mentales.
El síndrome de burnout tiene diferentes niveles, desde quejas vagas y cansancio moderado hasta aversión al trabajo, abuso de sustancias y hasta el suicidio. Las organizaciones y las empresas deben observar su cultura y determinar si respeta el descanso y los espacios personales. Las instituciones y organizaciones disfuncionales son eficientes en su ramo, pero enferman a su personal, señaló la experta. Aunque es necesario abordar esta problemática, las instituciones aún no le dan la atención que requiere.
En octubre de 2024, el gobierno federal encabezado por Claudia Sheinbaum anunció con orgullo el nacimiento de Olinia, el primer auto eléctrico “mexicano” que supuestamente marcaría el inicio de una nueva era industrial, ecológica y soberana. Se presentó como un logro histórico: accesible, eficiente, seguro, ensamblado en México y creado por talento nacional. Los titulares hablaban de una “revolución automotriz”, de “movilidad para todos”, y del “despegue de una industria propia”.
Pero detrás del entusiasmo orquestado, los renders coloridos y los discursos cuidadosamente escritos, había más preguntas que respuestas. ¿Dónde está la planta? ¿Qué componentes son realmente mexicanos? ¿Cómo puede costar $90,000 pesos un vehículo eléctrico funcional cuando ni China puede producirlos a ese precio sin subsidios masivos?
Este artículo no busca señalar errores. Lo que pretende es desmontar cuidadosamente un montaje político disfrazado de innovación tecnológica, y explicar por qué Olinia, más que una revolución, representa una continuidad en la simulación nacionalista: el uso de símbolos tecnológicos para maquillar un país que sigue ensamblando narrativas y no autos.
2. El nacimiento de Olinia: marketing de Estado con ruedas
“Olinia” —palabra en náhuatl que significa “moverse”— fue presentada como una marca que simboliza el nuevo rumbo del país. La presidenta Sheinbaum declaró que México no podía quedarse atrás en la transición energética, y que su gobierno apostaría por el talento nacional para diseñar y fabricar un auto accesible, ecológico y seguro.
Tres modelos fueron anunciados:
Uno de dos pasajeros para movilidad personal.
Otro de cuatro pasajeros para “movilidad de barrio”.
Y una versión tipo van para entregas de última milla.
Participarían, según el discurso oficial, el IPN, el Tecnológico Nacional de México, y otras instituciones académicas. Se dijo que el auto se conectaría “a cualquier enchufe”, que sería “la base de una nueva industria automotriz eléctrica nacional” y que costaría entre 90,000 y 150,000 pesos.
El problema no es la ambición del proyecto, sino su inconsistencia con la realidad industrial, tecnológica y financiera de México. Lo que se anunció no fue un auto eléctrico: fue una escenografía.
3. Promesas imposibles: entre el PowerPoint y la realidad
En cualquier país del mundo, producir un auto eléctrico funcional —aunque sea de baja gama— implica años de desarrollo, pruebas, certificaciones, inversión millonaria y capacidad de escalar. Aquí, en cambio, todo fue “presentado” sin que exista:
Ningún prototipo público funcional.
Ninguna planta operativa en construcción.
Ningún dato técnico certificado.
Ninguna fuente que aclare qué parte del auto será realmente mexicana.
El gobierno habló de 25 millones de pesos de inversión inicial, una cifra que en el mundo automotriz apenas serviría para pagar un equipo de ingenieros por un año. Las baterías, que son el componente más costoso, no se producen en México. Los motores eléctricos requieren componentes de precisión que ni siquiera se fabrican localmente. Y el sistema de gestión electrónica del vehículo (el “cerebro” del auto) ni siquiera se mencionó.
Aún así, el discurso fue claro: Olinia cambiaría la historia. Lo que no se dijo es que ya hemos escuchado esto antes… y con resultados igual de vacíos.
4. El espejo retrovisor: todos los “autos eléctricos mexicanos” que fueron puro humo
Antes de Olinia, ya se había intentado construir el mito de la innovación automotriz nacional. Y todos esos intentos comparten la misma fórmula: comprar o adaptar tecnología extranjera barata, ensamblarla localmente (cuando mucho), colocarle una marca mexicana, y venderla como si fuera soberanía industrial.
Aquí los principales ejemplos:
📊 Radiografía de los proyectos eléctricos “mexicanos”
Proyecto
¿Mexicano?
Tecnología real
Estado actual
Zacua
Parcialmente
Motor y batería chinos, carrocería local
Producción marginal, nula innovación
Link EV
No
Vehículos JAC reetiquetados
Planta fantasma en Durango
SEV / JAC
No
JAC Motors (China), ensamblaje en México
Operativo, sin tecnología propia
VEMO
No
Flota BYD (china)
Funciona como operador, no fabrica
Quiroga Motors
Dudoso
Tecnología china genérica
Sin impacto industrial real
Universidades
Sí (auténtico)
Prototipos nacionales
Abandonados, sin apoyo ni inversión
Olinia
En disputa
¿Tecnología mexicana? sin evidencia
Proyecto político sin prototipo funcional
Estos antecedentes no solo revelan que México no tiene una industria automotriz eléctrica nacional real, sino que además la narrativa del auto eléctrico “mexicano” ya se ha usado antes como herramienta de propaganda política o captación de fondos.
5. Olinia como montaje simbólico: el uso político del litio y la “soberanía energética”
Desde que el litio fue declarado como recurso estratégico en el discurso de AMLO, el gobierno ha intentado construir un imaginario de soberanía energética. Olinia es la pieza que faltaba para hacer que ese discurso “se mueva”.
Pero el litio mexicano aún no se explota de forma industrial, no existen plantas de baterías, y tampoco hay cadena nacional para convertir ese litio en autos funcionales. Aun así, el símbolo importa más que la sustancia. El gobierno no necesita fabricar autos: necesita que la gente crea que los fabricará.
Así se construye la “industria del futuro” con recursos del presente: una marca, una promesa, una historia que funciona mientras nadie pregunte demasiado.
6. ¿Qué se necesita realmente para fabricar un auto eléctrico mexicano?
Aquí está la verdadera lista que ningún gobierno ha querido enfrentar:
Desarrollo nacional de baterías: inversión en minería, refinación, fabricación, seguridad y reciclaje.
Ingeniería automotriz local: no basta con ensamblar, se necesita diseñar, simular, prototipar, patentar.
Infraestructura eléctrica: estaciones de carga, normativa, red inteligente.
Fondeo a largo plazo: no de millones, sino de miles de millones.
Inversión privada con control estatal regulado: ni todo al capital extranjero ni todo al Estado.
Despolitización del símbolo: un auto no es un logro ideológico, es una máquina que debe moverse, durar y competir.
Nada de eso está en marcha hoy. Solo tenemos nombres bonitos, discursos redondos y renders relucientes.
7. Olinia no es el futuro, es un disfraz
No se trata de señalar un error político o de burlarse del deseo legítimo de un país por innovar. Se trata de reconocer cuándo se está usando la esperanza tecnológica como montaje propagandístico.
Olinia no es un vehículo. Es una narrativa. Una que se repite cada sexenio, con distintos nombres y logos, pero con la misma función: simular que se construye el futuro, cuando en realidad se está reciclando el pasado.
“Mientras Tesla fabrica, Sheinbaum simula.”
Y México sigue sin moverse, salvo en los discursos.
Revista Nexos – “La simulación del desarrollo tecnológico en México” 📌 Ensayo crítico sobre el uso político de proyectos como el Tren Maya, Dos Bocas y ahora Olinia. 🔗 https://www.nexos.com.mx/?p=72125
Las prácticas irregulares de Ticketmaster en México han generado preocupación y malestar entre los consumidores. A pesar de los esfuerzos de diversas iniciativas para regular la venta de boletos, la opacidad y la falta de acción por parte de las autoridades regulatorias han permitido que esta empresa opere en total impunidad. OCESA y Ticketmaster dominan el 64.5% del mercado del entretenimiento en el país, lo que ha llevado a precios exorbitantes y ventas exclusivas. Aunque se proponen reformas a la Ley Federal de Protección al Consumidor, la indiferencia de las autoridades dificulta su avance.
México ha conservado su posición como uno de los países más difíciles para hacer negocios, ocupando el cuarto lugar en el Global Business Complexity Index (GBCI) 2023, publicado recientemente por TMF Group, proveedor global de servicios administrativos y de cumplimiento.