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Opinión

La maldita violencia

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Álvaro Delgado Gómez

Después de que Felipe Calderón intentó legitimarse con una guerra improvisada e irracional —“una guerra necesaria”, lo alcahueteó Enrique Krauze Kleinbort—, sobre todo porque sus principales mariscales como Genaro García Luna estaban coludidos con los criminales, era previsible que los efectos de esa estrategia belicista tardarían en erradicarse.

Han pasado tres lustros desde que Calderón, tras ser impuesto en el cargo por los poderes político, empresarial y mediático, inició la guerra contra sólo algunas organizaciones criminales ­—cuyos resultados “son los mejores en la historia del combate al narcotráfico”, alabó Krauze también, pero la lógica de violencia que venía de atrás sigue instalada en la cotidianidad mexicana, incluyendo extensiones geográficas arrancadas al Estado.

No podía contrarrestarse ese sexenio de muerte, tortura y desapariciones entre los grupos criminales y también desde las instituciones del Estado con la lógica de Enrique Peña Nieto, un gobierno entregado prioritariamente a todo tipo de negocios desde el poder y a administrar la crisis de seguridad y derechos humanos solapados por la mayoría de los medios. La descomposición social por complicidad e indiferencia condujo a una nueva alternancia en el gobierno de la República con Andrés Manuel López Obrador que tiene ya tres años y cuyos saldos son, en el mejor de los casos, la contención de la espiral de la violencia criminal que mata, lastima, intimida y expulsa de sus hogares a miles a diario en muchos lugares del país. La violencia entre aficionados de los equipos de futbol Querétaro y Atlas, este sábado, así como los hechos del domingo previo en San José de Gracia, Michoacán, limítrofe con Jalisco, ha exacerbado a los mexicanos por razones de legítima preocupación y reclamo a las autoridades, pero también por oportunismo político y mediático.

Hasta la información oficial es inequívoca: prevalecen en México niveles de inseguridad y de violencia intolerables, pese a la disminución en algunos delitos y a la estrategia del gobierno de atacar las causas con el Plan Nacional de Paz y Seguridad de López Obrador, una concepción antagónica a la lógica de guerra de Calderón, seguida también por Peña Nieto.

Simplificada por el propio López Obrador a la frase “abrazos, no balazos” —“aunque se burlen”, dice—, la estrategia de paz no ha dado aún los resultados esperados y él mismo reconoce que si su gobierno no pacifica México, no acreditará el cambio verdadero que ofreció. Igual que ante la corrupción y la impunidad, la estrategia contra la inseguridad y la violencia es otro de los temas clave en la disputa por México hacia 2024.

Porque sí: hay quienes aman la paz, pero también hay fanáticos de la violencia.

Álvaro Delgado

Historia de lo Inmediato
El Heraldo de México 08/03/23

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