El presidente Andrés Manuel López Obrador afirmó que su gobierno seguirá insistiendo en prohibir la exhibición de cigarrillos en tiendas y establecimientos comerciales de todo el país.
A finales del año pasado se hicieron cambios a la Ley General para el Control del Tabaco y se prohibió la exhibición de cigarrillos en tiendas, pero la cadena Oxxo se amparó y logró una suspensión definitiva. ¡Incluso Walmart también se amparó!
La medida afectó a pequeñas tiendas y la Asociación Nacional de Pequeños Comerciantes (APEC) dijo que podrían perder hasta el 25% de sus ventas. Y para colmo, el presidente de la Cámara Nacional de Comercio de la Ciudad de México declaró que la medida va en contra del principio de legalidad.
Pero el gobierno no se rinde y seguirá luchando para que los jueces desechen los recursos de amparo y se mantenga vigente la ley. «Hay intereses muy fuertes de por medio, pero nosotros somos perseverantes», afirmó el presidente. ¡Vamos por una vida más saludable y sin humo!
En una democracia, el acceso a la verdad no es un lujo: es un derecho. Y cuando una institución pública como la Universidad Autónoma de Querétaro —financiada por los contribuyentes— lanza campañas mediáticas, promesas científicas y colectas abiertas al público, la ciudadanía tiene todo el derecho de exigir cuentas.
Durante la pandemia de COVID-19, la UAQ fue celebrada por anunciar su propia vacuna “hecha en Querétaro”, movilizando simpatía, medios y donaciones bajo una narrativa nacionalista y heroica. Pero hoy, cuatro años después, no hay vacuna, no hay resultados, no hay transparencia. Solo excusas.
Lo que queda es una universidad que, más allá de su discurso de autonomía y ciencia, actuó como un barril sin fondo de dinero público, que se tragó millones en proyectos que nunca llegaron a fase clínica. Y como parásito institucional, reclama más presupuesto sin ofrecer resultados concretos ni rendición de cuentas.
Este artículo expone el caso de la vacuna Quivax como símbolo de la opacidad, simulación y cinismo con el que la UAQ opera bajo el escudo de la autonomía universitaria. Porque, aunque ellos no lo digan… la verdad sí importa. Porque el dinero es nuestro.
1. La promesa: “una vacuna queretana para el mundo”
Durante el pico de la pandemia, la UAQ encontró su oportunidad de redención ante la sociedad queretana: diseñar una vacuna contra el COVID-19 hecha con talento local, desde el Laboratorio de Inmunología y Vacunas (LINVAS). El anuncio fue recibido con aplausos y entrevistas. Pero más allá de los titulares, lo que se vendió fue una promesa de esperanza construida sobre una realidad incompleta.
Pruebas preclínicas “exitosas”
El Dr. Juan Joel Mosqueda Gualito, líder del proyecto Quivax 17.4, aseguró haber completado las pruebas en animales (ratones, conejos, cabras, cerdos) con resultados favorables. Se habló de eficacia, seguridad y potencial para avanzar a pruebas humanas. Lo que no dijeron entonces es que ni siquiera se tenía garantizado el paso a la siguiente fase, ni infraestructura suficiente para validarlo con COFEPRIS.
Protección contra variantes
También se afirmó que la Quivax cubría las variantes más agresivas: Alfa, Beta, Gamma, Delta e incluso Ómicron. La rectora Teresa García Gasca dijo públicamente que los péptidos diseñados estaban “estratégicamente seleccionados” para cubrir estas mutaciones. Una afirmación fuerte… sin respaldo clínico, sin validación independiente y sin verificación de efectividad en humanos.
Fase clínica humana “lista para iniciar”
Desde 2021, la UAQ aseguró que, con el financiamiento adecuado, iniciarían fases clínicas I y II en humanos. Se dieron fechas tentativas y se habló de “estar muy cerca” de entrar al protocolo formal. Pero esas pruebas jamás ocurrieron. Lo más que logró el proyecto fue una serie de reportes técnicos internos y ruedas de prensa llenas de voluntarismo, pero sin documentos de avance ante organismos reguladores.
Una causa noble convertida en colecta
Apelando a la solidaridad ciudadana, la UAQ lanzó el “Vacunatón”, con el objetivo de recaudar recursos que, según decían, serían usados para llevar Quivax a su siguiente fase. La ciudadanía respondió. Empresas, ciudadanos, sindicatos, políticos… todos pusieron. Más de 6 millones de pesos fueron recaudados. Lo que no se dijo entonces —y se supo después— es que la propia universidad estimaba que se necesitaban entre 300 y 400 millones para avanzar realmente a una fase 3. Es decir: desde el principio, sabían que no era viable. Pero igual pidieron.
2. El financiamiento: millones en colectas públicas y fondos federales
La Universidad Autónoma de Querétaro no se quedó con las manos vacías. A través de donativos públicos, recursos internos y apoyo federal, logró juntar millones con el argumento de que su vacuna estaba “a punto” de ser una realidad.
Fondos de la propia UAQ
Desde el inicio del proyecto, la universidad destinó recursos institucionales —presupuesto público estatal y federal— para apoyar el diseño y pruebas preclínicas del prototipo Quivax 17.4. Según sus propios informes, parte del dinero se usó para comprar reactivos, pagar personal técnico y equipar laboratorios.
Pero esos fondos no eran privados, ni donaciones externas. Eran recursos que salen del presupuesto público, es decir: del bolsillo del contribuyente queretano y mexicano.
Apoyo de AMEXID (SRE)
El proyecto también fue beneficiado con una partida de la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AMEXID), dependiente de la SRE. Se otorgó como parte del impulso a vacunas mexicanas, pero nunca se aclaró cuánto dinero realmente se asignó ni en qué se gastó con exactitud.
El monto más citado ronda los 3.3 millones de pesos. Lo curioso es que no existe un reporte público, ni del gobierno ni de la UAQ, que muestre cómo se aplicó ese dinero.
El famoso Vacunatón: más de 6 millones de pesos recaudados
Con propaganda emotiva y llamados constantes a la ciudadanía, la UAQ organizó su “Vacunatón”. Y funcionó.
Se recaudaron más de 6.47 millones de pesos, según publicaciones oficiales. Empresas, particulares, sindicatos y hasta políticos se sumaron con donativos.
Pero a la fecha, no se han entregado comprobantes fiscales individuales a todos los donantes, ni existe un desglose completo de cómo se usaron los fondos. Tampoco se sabe en qué cuentas fueron depositados, ni si el Patronato de la UAQ —organismo sin rendición ciudadana— manejó parte del dinero.
¿Financiamiento suficiente? Ellos sabían que no
Lo más grave es esto: la UAQ sabía perfectamente que necesitaba entre 300 y 400 millones de pesos para lograr que su vacuna pasara a fase clínica 3.
Y, aun así, pidieron dinero en colectas sabiendo que lo recaudado jamás sería suficiente.
¿Fue ignorancia? ¿Fue una apuesta desesperada? ¿O fue simplemente una estrategia de marketing institucional con tinte populista?
3. Las excusas: la vacuna no, pero los pretextos sí llegaron a fase final
Cuando la vacuna Quivax dejó de ser viable, la UAQ cambió de tono. Lo que antes eran promesas, se convirtieron en evasivas. Lo que eran declaraciones heroicas, pasaron a ser frases grises y justificatorias. Y en lugar de rendir cuentas, la universidad desplegó una narrativa de víctima institucional. La ciencia quedó en segundo plano; el control del discurso pasó al primer lugar.
“Faltó dinero”
La frase más repetida en entrevistas y comunicados fue simple: “No pudimos avanzar por falta de recursos.” Lo dijeron la exrectora Teresa García Gasca y la actual, Silvia Amaya. Y aunque es cierto que las fases clínicas son caras, la pregunta es: ¿por qué pedir dinero al público si ya sabían que no alcanzaría?
“Terminamos la fase preclínica, hicimos lo que pudimos”
La UAQ presume que completó exitosamente la fase preclínica en modelos animales. Sin embargo, ningún documento científico validado externamente ha sido publicado. No hay artículos indexados, ni revisiones por pares, ni protocolos en COFEPRIS registrados.
Lo único público es un reporte institucional, sin certificación externa. Pero eso sí: sirvió para justificar el cierre del proyecto con la cabeza en alto.
“Se necesitan cientos de millones para las siguientes fases”
De pronto, la narrativa cambió: la UAQ reveló que para entrar a la fase 3 clínica se necesitaban entre 300 y 400 millones de pesos. Una cantidad evidentemente inalcanzable para una universidad pública.
Entonces… ¿por qué nunca lo dijeron durante el Vacunatón? ¿Por qué movilizaron a miles de personas si sabían que no llegarían ni al 2 % del total necesario?
“Las auditorías demostrarán todo”
En varias entrevistas, la universidad afirmó que habría auditorías, revisiones externas y claridad total sobre los recursos.
Pero a la fecha no se ha publicado una sola auditoría independiente, ni por parte del Patronato, ni por la Rectoría, ni por el Estado. Todo se mantiene como promesa: igual que la vacuna.
La UAQ no rindió cuentas claras. No entregó resultados científicos. No fue honesta con sus limitaciones. Y hoy, en lugar de aceptar responsabilidades, esconde su fracaso tras una cortina de excusas institucionales.
4. La opacidad: millones recaudados, cero rendición de cuentas
De todas las promesas rotas del proyecto Quivax, la más grave no es científica, sino ética: la Universidad Autónoma de Querétaro nunca rindió cuentas claras sobre el dinero recibido.
Se pidieron donativos. Se mostraron resultados preliminares. Se apeló a la confianza ciudadana.
Pero al final, la vacuna no llegó… y el dinero tampoco regresó.
Sin comprobantes para todos los donantes
Uno de los reclamos más comunes tras el Vacunatón fue este:
“¿Dónde está mi recibo?”
Numerosas personas reportaron en redes sociales que no recibieron comprobantes fiscales, ni acuse de recibo institucional, ni confirmación bancaria de su aportación.
La UAQ nunca presentó una base pública de donantes, ni transparentó los criterios para emitir comprobantes.
Y al ser una universidad autónoma, no está obligada a entregar cuentas al SAT ni a una entidad externa.
¿En qué cuenta cayó el dinero?
Otra duda fundamental: ¿quién manejó el dinero?
¿La Rectoría?
¿El Patronato?
¿Una cuenta institucional?
¿Una asociación civil?
La universidad nunca especificó qué entidad fue la receptora oficial del dinero, ni quién lo administró, ni qué reglas de fiscalización interna se aplicaron.
Y eso abre la puerta a cualquier mal uso.
El famoso “reporte final” es insuficiente
En diciembre de 2023, la UAQ publicó un “reporte final” del proyecto Quivax.
Ahí se enlistan gastos en equipo, reactivos, infraestructura, entre otros rubros genéricos.
Pero ese documento:
No tiene firma de un auditor externo.
No incluye facturas, contratos ni cotizaciones.
No menciona el total real recaudado por Vacunatón ni su desglose.
En resumen: no es un informe de rendición de cuentas. Es una presentación institucional.
Prometieron auditorías… y no cumplieron
Desde 2021, tanto la entonces rectora Teresa García Gasca como el investigador Mosqueda afirmaron que se permitirían auditorías externas al proyecto.
Pero al día de hoy, ninguna auditoría ha sido publicada.
Tampoco hay evidencia de revisiones por parte de la Secretaría de la Contraloría estatal, ni del Congreso local, ni de la Federación.
Autonomía sí tienen. Transparencia, no.
No se trata solo de una vacuna que nunca se aplicó. Se trata de millones de pesos públicos y privados recaudados bajo la promesa de un avance científico.
Sin transparencia, sin resultados y sin consecuencias.
5. La pregunta incómoda: ¿fraude académico disfrazado de ciencia?
Las causas éticas detrás del fracaso de Quivax ya no son excusas: rozan lo legal. Frente a una colecta pública sin respaldo clínico ni fiscal, la actitud de la UAQ podría encuadrar en delitos tipificados en la ley mexicana.
a. Engaño para obtener lucro ilícito (fraude)
El Código Penal Federal define el fraude como “el engaño o aprovechamiento del error” para obtener un beneficio ilícito. La UAQ recaudó millones prometiendo una vacuna que sabían no sería posible financiar y cuyas fases clínicas jamás se autorizaron. Esto coincide con el tipo penal: beneficio económico a través de engaño.
b. Uso indebido de fondos públicos
El artículo 217 del CPF sanciona a quien, “teniendo a su cargo fondos públicos, les dé a sabiendas una aplicación distinta a la destinada”. La UAQ utilizó presupuesto del erario para un proyecto que fue anunciado, promocionado y luego abandonado, sin rendir cuentas ni demostrar uso adecuado.
c. Concusión por exigir recursos indebidos
El delito de concusión se aplica cuando un servidor público exige dinero sabiendo que no es debido. En este caso, aunque la colecta fue ‘voluntaria’, se incitó moralmente a la ciudadanía a donar mediante discursos oficiales institucionales.
d. Simulación fiscal y omisión de comprobantes
La ley exige emisión de comprobante fiscal (CFDI) dentro de 24 horas de recibir un donativo. La UAQ omitió entregarlos sistemáticamente, lo cual podría configurarse como simulación fiscal o evasión.
e. Peculado y delito de servidor público
El CPF en su artículo 222 y siguientes define Peculado como distraer fondos públicos para fines propios. Si el dinero recaudado y público no se destinó al fin anunciado, hay indicios de esta figura.
f. Responsabilidad por autonomía no exime de la ley
La UAQ arguye autonomía para evitar auditorías, pero el principio de legalidad establece que nadie puede eludir la norma. Es decir: la autonomía no exime de responsabilidad penal o fiscal.
La UAQ pudo haber violado al menos seis normas penales y fiscales al:
I. Pedir dinero prometiendo una vacuna inviable.
II. Utilizar recursos sin comprobantes ni auditoría.
III. Promover la colecta institucionalmente.
¿Esto no es fraude disfrazado de investigación? ¿Esto no exige una investigación penal y fiscal? La ciudadanía ya no pone solo el dinero. También exige justicia. Y si la ley se aplica igual para todos, la UAQ debe responder.
6. ¿Y las sanciones? ¿Quién responde?
No basta con decir que el proyecto fracasó. Tampoco es suficiente decir que ‘se hizo lo que se pudo’. Cuando hay dinero público de por medio, debe haber responsables. Y cuando hay irregularidades, debe haber consecuencias. La ley no es opcional: es obligatoria para cualquier ente que maneje recursos del erario, incluso si es una universidad autónoma.
¿Puede ser sancionada la UAQ?
Sí. La autonomía universitaria no significa impunidad. El artículo 3º de la Constitución permite a las universidades autonomía de gestión académica y administrativa, pero no las exime del cumplimiento de leyes federales y estatales.
La UAQ, al recibir recursos del estado y federación, está obligada a:
Justificar el uso del presupuesto (Ley de Fiscalización y Rendición de Cuentas de la Federación).
Transparentar donativos recibidos (SAT y Código Fiscal de la Federación).
Rendir cuentas cuando hay fondos públicos involucrados (Ley General de Responsabilidades Administrativas).
¿Deben ser sancionados los funcionarios de la UAQ?
Sí. Las autoridades que estuvieron al frente del proyecto y la institución pueden ser sancionadas por:
Omisión en la rendición de cuentas.
Promoción de un proyecto sin viabilidad financiera.
Incitación a la colecta pública sin mecanismos de fiscalización.
Encubrimiento posterior de las irregularidades detectadas.
Fundamento legal:
Art. 7 de la Ley General de Responsabilidades Administrativas: obliga a servidores públicos a actuar con integridad y rendición de cuentas.
Art. 217 del Código Penal Federal: sanciona el uso indebido de recursos públicos.
Art. 222 del CPF: define peculado como desvío o uso indebido de fondos.
Art. 3º de la Constitución: reconoce la autonomía universitaria, pero no la excluye de responsabilidades fiscales o penales.
Administración anterior vs. administración actual
Teresa García Gasca (exrectora): responsable directa de lanzar, promover y recaudar fondos para Quivax sin aval clínico ni comprobantes.
Silvia Amaya (rectora actual): responsable de no auditar, no denunciar y continuar con la narrativa sin rendir cuentas claras.
Ambas comparten responsabilidad: una por acción, otra por omisión.
La impunidad institucional no puede normalizarse. Si hay irregularidades financieras y fiscales, debe haber sanciones administrativas y penales. La UAQ no puede escudarse en su autonomía para evadir la ley. La ciudadanía tiene derecho a exigir consecuencias, porque el dinero que se perdió, era público.
¿Qué debemos concluir?
Lo que la Universidad Autónoma de Querétaro presentó como un hito científico terminó siendo una secuencia de omisiones, engaños y simulaciones. La vacuna Quivax no solo nunca se desarrolló, sino que dejó en evidencia los profundos problemas estructurales de una institución que ha aprendido a operar sin transparencia ni rendición de cuentas, escudándose en su autonomía.
La UAQ pidió dinero a la ciudadanía. Recaudó fondos sin emitir comprobantes. No presentó auditorías. Y cuando fue cuestionada, respondió con evasivas, victimismo institucional y homenajes internos. Lo que debería haber sido un proyecto de salud pública, se convirtió en un monumento al cinismo universitario.
Este artículo es el primero de una serie de 10 entregas que expondrán las irregularidades, negocios opacos y simulaciones que hoy hacen de la UAQ un barril sin fondo. Porque Querétaro no necesita más parásitos institucionales. Necesita universidades que rindan cuentas, produzcan conocimiento útil, y no se aprovechen del erario con discursos huecos de autonomía y honor.
Tenemos que aclarar que NO estamos contra la educación pública. Estamos contra la impunidad disfrazada de prestigio académico.
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